A esta moda sí que me apunto
Me encanta la idea de que un currante del pueblo llano tenga el desparpajo de salir en un vídeo -que se lo ha currado bien- tocando una canción original, rockera -jo, cómo esperaba algo cañero en verano, siempre con el mismo rollo salsero-, pegadiza e inocentona, apareciendo con su perra, con sus cabras, sus conejos y demás animales de granja. ¿De qué avergonzarse, si millones de españoles viven honradamente trabajando en el mundo rural? Cuando escucho esto me acuerdo del pastor Alfonso y de su mujer Cándida, que en paz descansen los dos, con los que charlábamos cuando íbamos a Prado, cerca del Aloya, de excursión, y nos los encontrábamos llevando de vuelta a las vacas con el atardecer. Alfonso no había salido del pueblo más que para ir a la mili, en tiempos de María Castaña, pero él y su mujer eran dos cielos. Personas rudas, pero auténticas, de las que no engañan. Qué diferencia con la ciudad.
Y es eso lo que uno encuentra en El Koala: una autenticidad que no existe en las estrellas veraniegas de turno. Qué collóns: un aplauso para este paleto, que entre tanto niño pijo y tanta piel bronceada en cacharros de rayos uva, ver como triunfa un paisano le llena a uno de alegría.
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