Cuando el mundo se te viene encima y los demás desprecian tu dolor
No soy capaz de imaginar qué pasará en estos momentos por la cabeza de José Antonio Mendive, el concejal de UPN al que un atentado terrorista le ha dejó sin negocio el sábado. Su familia y otras tres se han quedado en la ruína. Otros vecinos se han quedado sin coche, y unos padres han tenido que ver cómo su bebé de 10 meses era hospitalizado como consecuencia de esta salvajada. No sé qué haría yo si me pasara eso: el trabajo de años, echado por la borda por unos desgraciados que ahora mismo estarán viéndolo por la tele, tan tranquilos.
Trato de imaginarme el miedo que han pasado los vecinos, el pánico de madrugada, al ver que el piso se te llena de humo, al ver por la ventana grandes llamaradas, y que la policía te obligue a desalojar tu casa en plena noche ante el peligro de incendio. Y así es la "lotería" -como dice el hermano del Ministro de Justicia- que viven a diario los vascos y navarros que no comulgan con el nacionalismo. Una lotería que siempre toca a los mismos, que tiene nombre y apellidos y que reviste forma de amenaza, de crimen, de extorsión y de terror.
Es muy triste pensar que en una parte de España se vive así. Hablamos de un país democrático en pleno siglo XXI, parece mentira. Lo más triste, si cabe, es que el Presidente del Gobierno de este país ni siquiera considere digno de mención este drama de tantas familias, y ni siquiera se moleste en condenarlo, mientras sus aliados parlamentarios se dedican a quitarle importancia al asunto. ¿Es que se han vuelto locos? Me pregunto qué dirían si el negocio incendiado, las casas desalojadas o los coches carbonizados fuesen propiedad de esos diputados o de esos gobernantes que, con absoluta frialdad y desprecio, despachan desde la distancia el drama que han vivido docenas de ciudadanos, como quien mueve un peón en un tablero de ajedrez.
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