Las cadenas de los 'iluminados'
Hace tiempo, alguien decidió que millones de seres humanos que poblamos la piel de toro no hacíamos bien en creer que más allá de la muerte puede haber algo más que la podredumbre, o que el origen de todas las cosas que vemos ha de estar definido, y no ser una mera sucesión indefinida de causas y efectos que aplaza cualquier explicación del comienzo de todas las cosas.
Ese alguien ha decidido ahora que lo que yo y otros millones de personas creemos no es digno de figurar en una escuela, que sólo lo que piensa una minoría es valioso como para estar allí. Una minoría sin esperanza, aferrada a un mundo que se destruye y muere, aferrada al corto intervalo de tiempo que le queda de vida sobre la tierra, y a menudo desesperada por ser incapaz de encontrar una respuesta para tantas preguntas que le hace a uno el corazón, siempre sediento de eternidad.
Hete aquí que cuatro de las quintas partes de estos millones de almas que poblamos esta Península hemos de someternos al ghetto que dicta el poder, de ocultar nuestra esperanza y nuestra confianza en casa, como un motivo de vergüenza, como si hiciésemos algo malo por pensar como pensamos. Hete aquí que se vacía el armario para meter luego en él a todo el que no piense como los pocos que han salido de allí.
Son las cadenas de los iluminados, de quienes ponen por encima de mi libertad y de la tuya su pretensión de que pensemos sólo como ellos quieren. Pues no. Soy un hombre libre y no acepto las cadenas de quienes quieren someterme a su desesperación, a su confusión, a su ceguera, a su ignorancia, escondiéndolas detrás de palabras cada vez más vacías como progreso, tolerancia y talante. Yo quiero la libertad.
<< Home